RESA CHAMARTIN
11.300 m² dedicados a una residencia universitaria en el norte de Madrid. Con 320 camas distribuidas en 135 habitaciones dobles, 90 individuales con cama de matrimonio y 5 clusters de 4 y 6 habitaciones, todas equipadas con cocina propia y zona de estudio.
11.300 m² dedicados a una residencia universitaria en el norte de Madrid. Con 320 camas distribuidas en 135 habitaciones dobles, 90 individuales con cama de matrimonio y 5 clusters de 4 y 6 habitaciones, todas equipadas con cocina propia y zona de estudio.
Pero más allá de números, el desafío era diseñar un lugar que no solo resolviera necesidades prácticas, sino emocionales, un diseño que inspirara y fomentara el sentido de comunidad.
La primera reflexión es que los estudiantes ya tienen un hogar. Este lugar no buscaba reemplazarlo, sino superarlo: ser el escenario de los mejores años de sus vidas.
Lo esencial, más que diseñar espacios, era imaginar y diseñar los momentos que ocurren en ellos. Diseñar para que se generen acciones. Por eso, se desarrollaron piezas específicas que dotan a los espacios de infraestructuras de calidad, fomentando la interacción entre los residentes. Imaginamos un espacio grande, como un cuarto de estar de una familia numerosa, donde mientras unos ven la televisión, otros juegan al futbolín, uno lee un libro en un rincón y otro prepara un aperitivo. Sofás amplios, bancos 360º alrededor de pilares, alfombras y techos acústicos que delimitan áreas sin paredes rígidas convierten la zona común en un lugar flexible y acogedor, con una luz cálida e indirecta que los propios usuarios pueden regular.
Cada pieza, cada mobiliario, cada detalle, cada material se ha meditado para fomentar la vida compartida y crear bienestar. Todo dialoga entre sí y con quienes lo habitan. Se ha buscado una imagen que no se imponga, que no sea demasiado protagonista. Un espacio que divierta sin saturar, que guste sin cansar, que se vuelva propio con el tiempo, con personalidad pero accesible. Así, el residente se convierte en protagonista en el escenario.
En la sala de estudios se rompe con la frialdad de las bibliotecas tradicionales. Se piensa en una atmósfera que impregna dinamismo. Mesas con formas orgánicas y modulables (de Sellex) invitan a trabajar en equipo, mientras que cortinas móviles permiten transformar el espacio según lo que se necesite: desde pequeños rincones para concentrarse hasta un gran espacio para proyectos colectivos. Incluso el auditorio, concebido como un anfiteatro de madera, fue diseñado como un espacio polivalente, otro formato alternativo para conectar y aprender.
En el comedor se diseñaron a medida unas lámparas acústicas en forma de campanas que proyectan una iluminación baja, cálida y directa, a la vez que resuelven el ruido y rompen visualmente un espacio tan grande. Pero este comedor no es solo para comer; es un espacio para estudiar, charlar, improvisar reuniones o, simplemente, estar. Cada espacio ofrece opciones y enseña a tomar decisiones. Por ejemplo, en las zonas comunes hay pequeños office: desde una cocina central en la sala de estudio que puede convertirse en un espacio de showcooking, hasta rincones en la sala social o corners en el comedor. Este diseño siempre ofrece libertad para elegir: ¿preparo algo o disfruto del servicio del comedor? Así, se nutre la capacidad de elección y el sentido de pertenencia en el lugar.
Las habitaciones, por su parte, fueron diseñadas como refugios. Equipadas con cocina propia y nevera, ofrecen independencia y confort. No buscaban ser impresionantes, sino prácticas y acogedoras, adaptándose a los momentos más exigentes de la vida académica, pero también creando calma y descanso.
Como valor añadido, el rooftop es un espacio que suma un nuevo nivel de sensaciones. Una terraza con una piscina pequeña ofrece un respiro, un lugar donde conectar con el cielo de Madrid y disfrutar de sus vistas. Diseñar momentos al aire libre era imprescindible para completar esta vida de comunidad y bienestar. En general son espacios para crear recuerdos. Porque el diseño debe marcar la vida de quienes lo habitan, dejando huellas que trascienden el tiempo.
Este proyecto no es un punto final; es un paso más en un camino de aprendizaje. Diseñar una residencia no es solo aplicar fórmulas: es experimentar, reflexionar y atreverse a pensar diferente. Aunque Resa Chamartín nos ha permitido avanzar en muchas direcciones, sabemos que siempre habrá algo más por mejorar. Diseñar es abrir preguntas, no cerrarlas.
Pero más allá de números, el desafío era diseñar un lugar que no solo resolviera necesidades prácticas, sino emocionales, un diseño que inspirara y fomentara el sentido de comunidad.
La primera reflexión es que los estudiantes ya tienen un hogar. Este lugar no buscaba reemplazarlo, sino superarlo: ser el escenario de los mejores años de sus vidas.
Lo esencial, más que diseñar espacios, era imaginar y diseñar los momentos que ocurren en ellos. Diseñar para que se generen acciones. Por eso, se desarrollaron piezas específicas que dotan a los espacios de infraestructuras de calidad, fomentando la interacción entre los residentes. Imaginamos un espacio grande, como un cuarto de estar de una familia numerosa, donde mientras unos ven la televisión, otros juegan al futbolín, uno lee un libro en un rincón y otro prepara un aperitivo. Sofás amplios, bancos 360º alrededor de pilares, alfombras y techos acústicos que delimitan áreas sin paredes rígidas convierten la zona común en un lugar flexible y acogedor, con una luz cálida e indirecta que los propios usuarios pueden regular.
Cada pieza, cada mobiliario, cada detalle, cada material se ha meditado para fomentar la vida compartida y crear bienestar. Todo dialoga entre sí y con quienes lo habitan. Se ha buscado una imagen que no se imponga, que no sea demasiado protagonista. Un espacio que divierta sin saturar, que guste sin cansar, que se vuelva propio con el tiempo, con personalidad pero accesible. Así, el residente se convierte en protagonista en el escenario.
En la sala de estudios se rompe con la frialdad de las bibliotecas tradicionales. Se piensa en una atmósfera que impregna dinamismo. Mesas con formas orgánicas y modulables (de Sellex) invitan a trabajar en equipo, mientras que cortinas móviles permiten transformar el espacio según lo que se necesite: desde pequeños rincones para concentrarse hasta un gran espacio para proyectos colectivos. Incluso el auditorio, concebido como un anfiteatro de madera, fue diseñado como un espacio polivalente, otro formato alternativo para conectar y aprender.
En el comedor se diseñaron a medida unas lámparas acústicas en forma de campanas que proyectan una iluminación baja, cálida y directa, a la vez que resuelven el ruido y rompen visualmente un espacio tan grande. Pero este comedor no es solo para comer; es un espacio para estudiar, charlar, improvisar reuniones o, simplemente, estar. Cada espacio ofrece opciones y enseña a tomar decisiones. Por ejemplo, en las zonas comunes hay pequeños office: desde una cocina central en la sala de estudio que puede convertirse en un espacio de showcooking, hasta rincones en la sala social o corners en el comedor. Este diseño siempre ofrece libertad para elegir: ¿preparo algo o disfruto del servicio del comedor? Así, se nutre la capacidad de elección y el sentido de pertenencia en el lugar.
Las habitaciones, por su parte, fueron diseñadas como refugios. Equipadas con cocina propia y nevera, ofrecen independencia y confort. No buscaban ser impresionantes, sino prácticas y acogedoras, adaptándose a los momentos más exigentes de la vida académica, pero también creando calma y descanso.
Como valor añadido, el rooftop es un espacio que suma un nuevo nivel de sensaciones. Una terraza con una piscina pequeña ofrece un respiro, un lugar donde conectar con el cielo de Madrid y disfrutar de sus vistas. Diseñar momentos al aire libre era imprescindible para completar esta vida de comunidad y bienestar. En general son espacios para crear recuerdos. Porque el diseño debe marcar la vida de quienes lo habitan, dejando huellas que trascienden el tiempo.
Este proyecto no es un punto final; es un paso más en un camino de aprendizaje. Diseñar una residencia no es solo aplicar fórmulas: es experimentar, reflexionar y atreverse a pensar diferente. Aunque Resa Chamartín nos ha permitido avanzar en muchas direcciones, sabemos que siempre habrá algo más por mejorar. Diseñar es abrir preguntas, no cerrarlas.